Recuerdo cuando pequeño miraba por la ventana y veía aquel día blanco, las nubes repartían la luz del sol de manera tan uniforme que todo se veía más blanco de lo que en realidad es. Siempre me recostada de lado o en ángulo, cosa de que pos aquella ventana, fuera grande o pequeña, se viera aquel cielo blanco y radiante de luz. Es en ese momento cuando todo se vuelve confuso ya que desde lo más profundo de mi mente, me sobre venía un sentimiento de vacío, tenía la sensación de la nada afuera, de que todo lo que había, gente, calle, árboles, autos, todo había desaparecido y por completo también sentía paz, una paz como la de la muerte cuando nos lleva, o como cuando estamos rodeados de los brazos de una madre abnegada.
El vacío, el vacío se habría paso tanto afuera como dentro de mi, el vacío lo llenaba todo con nada, aquella casa se volvió una caja de cemento y adobe que flotaba en la nada y me daba esa seguridad que necesitaba profundamente, aquel vacío me completaba y el devenir sin rumbo de aquella caja flotante me parecía mejor que cualquier cosa en este mundo lleno de banalidades. Sin embargo, mi mente igual me incitaba a salir de aquella caja no quería ser como el gato de shrodringer que estuvo encerrado para siempre sin saber su suerte, pero al llegar a la puerta y abrirla podía ver aquel infinito limitante del vacío.
El miedo me invadía, y el miedo no cesaba de acusarme de cobardía, pero mi mente imperfecta y mi corazón latente me incitaban a cruzarla, sentía que todo terminaría, que todo estará bien, pero que acabaría igualmente. Que llegaría a ser todo en base a la nada por que tendría la tan ansiada paz. Y siempre, siempre que trataba de saltar la realidad se imponía mostrándose vorazmente que eso jamás existirá.
Ahora ya adulto increíblemente me sigue pasando, pero ahora en la noche, fría y desconsolada. Supongo que el mismo vacío se puso triste por que no lo llene con mi alma y por eso ahora es morado. Solo sigo flotando en la caja igual que el gato...
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